jueves, 14 de julio de 2016

De creer. Una última vez.



Los milagros médicos existen.
Es algo que uno termina viendo antes o después, cuando pasa determinado tiempo en un hospital. Los milagros médicos existen, y ocurren todos los días. Solo que no siempre (ni casi nunca) te suceden a ti.
Siempre me permití el lujo de juzgar  a Humbert Humbert, sin pararme a pensar que, como ser humano, es increíblemente sencillo caer en la falacia del relativismo.
¿Cuánto de malo puede ser algo que deviene en cosas buenas?
Cada vez que me rozo la espalda, pienso en huir a mi lugar seguro. Luego recuerdo que no, que lo único que queda es correr a campo abierto y esperar que el rayo no te alcance, aunque en el fondo evite el zigzag por si cae en el lugar adecuado.
Como decía Kvothe, sin esperanza somos carcasas vacías, pero yo ya me he carcomido tantas veces que en realidad me da hasta pereza buscarme.
Pero joe, por qué no.
Una última ronda de saltar al vacío a la que invito yo. De posible (y probable) siniestro total. De esperanza de vuelo sin alas o motor. De todas formas, nunca hubo demasiado que salvar, no vamos a ponernos tiquismiquis ahora.
La lámpara de lava es mi nuevo confesionario desde que no tengo asperezas de esas que me liman el alma y la punta de la nariz.
Lo juro, nunca volveré a juzgar a ese maldito hijo de puta.
Hasta que llegue nunca, salto sin mirar. Y espero el milagro médico de turno, aunque en el fondo, prefiero pedirle a las estrellas. 

Una última vez.

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