Estaba sin hacer nada, y de repente, se me ha caído el mundo encima.
Con los agobios, las carreras y los otros problemas, parece que es más fácil apartarlo todo. Y es mentira.
Acabo de terminar de ver ese capítulo en el que Robin rompe con Kevin, y Ted vuelve a intentarlo "por última vez". Porque no puede dejarla marchar. Porque sabe que en el fondo es ella, aunque no pueda tenerla.
No recordaba cuánto Ted soy, hasta que he recordado cuánto Robin eres. Especialmente cuando el primero se pone a divagar sobre viajar hasta Rusia en globo y con un ramo de rosas gigante sólo por ella.
A pesar de todo, estaba bien dentro de lo que cabe, de verdad. Pero entonces he visto una sonrisa, que me parece increíblemente entrañable por cosas que no vienen al caso. Y he pensado que tal vez fuera una sonrisa que merece la pena conocer. Que tal vez no fuera la sonrisa que me devolviera el sol, pero sí la que me echase un cable con lo de los agujeros.
Y de pronto, algo ha cruzado mi mente como una flecha, y se ha quedado incrustado en mi lóbulo parietal. Era sencillamente imposible de ignorar. Era incisivo, afilado, y con una impronta tan propia como cuando la luna riela sobre la superficie del mar.
Es su sonrisa.
De chico malo, de listillo que siempre se sale con la suya. De vergonzoso. De mimoso. De amor derritiéndose por las comisuras en esas noches que no tenían fin. De mi sonrisa. Esa que no es apta para el mundo, y que sin quererlo resultó tan mía como el hecho de que sea tan gilipollas como Ted.
Y lo he entendido.
Sería tan sumamente cobarde, tan sumamente egoísta intentar taponarme con una sonrisa que no quiero. Que resulte agradable, dócil, placentera... E indiferente. Que en el fondo de todas las sonrisas buscaría sin descanso esa sensación de calor de rallo de sol en medio de un día nublado. Que lo haría hasta el fin de mis días sabiendo de antemano el único lugar donde puedo encontrarla. Y acabaría perdiéndome en muchos fondos diferentes, que a mí me gritan lo mismo: "no soy yo".
Así que ahora no estoy bien. Ni de lejos. Sólo quiero llorar y seguir arrancándome partes del cuerpo, pese a que empiece a parecer un colador. Pese a que termine desapareciendo. Pese a quien pese, o como le pese.
Cuando has llegado al fondo, cuando no puedes hundirte más... Sólo queda ir hacia arriba. El problema es que la vida parece empecinada en superarse, y hacer que mi situación se pueda venir aún más abajo (sí, en serio, aún más).
Pero creo (y sobre todo espero) que hasta aquí hayamos llegado, que ya nada pueda ir a peor.
Estoy buscando mis estrellas, y no puedo evitar darme cuenta de que en una esquinita de cada una de ellas estás tú.




